sábado, 22 de septiembre de 2012

interacción, racionalidad y autoestima

Es triste constatarlo, pero así es. La enseñanza clásica de la negociación está en principio desprovista de toda connotación ética. 
Esto es particularmente verdad hablando de la Teoría de juegos, donde, en el intento de modelización matemática de la competición humana, no entra jamás en consideración otra cosa que no sea "la ganancia que Yo puedo obtener siguiendo tal estrategia o tal otra". No interesa in recto lo que el Otro puede perder o los daños de toda clase que para el Otro puede significar una pérdida. Incluso en los juegos cooperativos, la ganancia del Otro me interesa en tanto en cuanto lo que el Otro gane conlleva también una ganancia para mí. Toda la jerga clásica: la filosofía win-win de Ury y Fisher, el efecto de sinergia; o el mantenimiento de una relación permanente con el Otro, con vistas a futuras ganancias. 

Dos interrogaciones se nos plantean. La primera y más importante es la incidencia de las restricciones y frenos éticos sobre nuestro comportamiento. La segunda es de orden moral: Cómo escribir, enseñar y construir saber, con inteligencia y sentido de solidaridad humana, sobre temas de negociación e interacción. 

Etica y racionalidad 

A lo largo de la evolución de las especies, la autopercepción del propio cuerpo se va amplificando en los animales, hasta la eclosión deslumbrante de la conciencia humana. Con la conciencia aparece también la percepción emocional de los valores éticos. Estos valores vistos como entidades "absolutas" susceptibles de controlar en cada ocasión concreta, positiva y negativamente, la puesta en marcha o el freno de tal o cual programa de comportamiento. 

Etica y racionalidad son algo que inhibe, selecciona o depura los comportamientos instintivos. Nace este filtro al nivel de la involución sobre sí mismo y la iluminación que supone en el cerebro la emergencia de la conciencia. En este sentido, la biología se asocia perfectamente a ese concepto amplio de racionalidad que aparece en el sentido kantiano de la obligación moral como praktische Vernunft (razón práctica). 

Los reflejos éticos constituyen de nuevo un filtro para el hombre, y para la parte actuante de su cerebro, al mismo título que el de la racionalidad. Pero ¿dónde situar la ética en el cerebro? 
Con un sentido más restringida se habla en la Teoría de Juegos (y sus prolongaciones económicas). Es una racionalidad que prescinde de los valores y de la ética. Esta última racionalidad de se inscribe seguramente en esa corriente científica de la independencia absoluta de la ciencia; en la naturaleza absoluta y casi divina del saber como horizonte ilimitable, y en la asunción gratuita de su carácter aséptico y éticamente neutro. En función de estos a priori los físicos desarrollaron primero la teoría y después las bombas nucleares. O los geneticistas entraron en la manipulación genética. 


La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de uno mismo.1
La importancia de la autoestima estriba en que concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y al sentido de nuestra valía personal. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar y actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Nada en nuestra manera de pensar, de sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la autoestima.
Todo ser humano, sin excepción, por el mero hecho de serlo, es digno del respeto incondicional de los demás y de sí mismo; merece estimarse a sí mismo y que se le estime.
La capacidad de desarrollar una confianza y un respeto saludable por uno mismo es propia de la naturaleza de los seres humanos, ya que el solo hecho de poder pensar constituye la base de su suficiencia, y el único hecho de estar vivos es la base de su derecho a esforzarse por conseguir felicidad. Así pues, el estado natural del ser humano debería corresponder a una autoestima alta. Sin embargo, la realidad es que existen muchas personas que, lo reconozcan o no, lo admitan o no, tienen un nivel de autoestima inferior al teóricamente natural.
Ello se debe a que, a lo largo del desarrollo, y a lo largo de la vida en sí, las personas tienden a apartarse de la autoconceptualización y conceptualizacion positivas, o bien a no acercarse nunca a ellas; los motivos por los que esto ocurre son diversos, y pueden encontrarse en la influencia negativa de otras personas, en un autocastigo por haber faltado a los valores propios [o a los valores de su grupo social], o en un déficit de comprensión o de compasión por las acciones que uno realiza y, por extensión, de las acciones que realizan los demás.

Cambio ético en el campo laboral


La única cura contra el daño causado por el progreso, es el progreso ético de uno mismo” Albert Einstein


El interés de lo siguiente es examinar las nociones teóricas sobre ética en las relaciones laborales en el marco de una nueva visión en tiempos de globalización bajo el contexto de unas nuevas relaciones de trabajo caracterizadas por la flexibilización las cuales se prefiguran hoy en la era neotecnologizada y postmoderna. Las disertaciones giraran en torno a los aportes teóricos que en este sentido, brinda los pensamientos de Niklas Luhmann y Humberto Maturana en torno a las relaciones laborales. Finalmente se intenta hacer especial énfasis en la redefiniciones del modelo capitalista cuyos efectos se manifiestan en las distintas esferas socioeconómicas en la sociedad del siglo XXI y más aun en el contexto de las nuevas relaciones laborales intervenidas desde su propio sistema por el anómalo de la flexibilización.

ética laboral

La ética laboral, llamada también profesional, es parte de la ética general (rama de la filosofía que versa sobre las diferentes morales) que se preocupa de la reflexión sobre el comportamiento del profesional respecto de su profesión. 
Dentro de ésta, se encuentran los siguientes deberes (entendidos como exigencias, imposiciones indeclinables, recaídos sobre la responsabilidad del individuo que mientras mejor los cumple, más derecho tiene a la feliz convivencia social) fundamentales del profesional: la honradez, la honestidad, el estudio, la independencia, el carácter, la cortesía, la Investigación, la puntualidad, la discreción, el prestigio de la profesión; y, la equidad en el cobro de honorarios.